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Los puertos montaña más duros
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Para los practicantes del ciclismo hay lugares que se tienen que describir con mayúsculas. Tanto en el Tour de Francia, como en el Giro de Italia o la Vuelta Ciclista a España, hay puertos de montaña que agotan con sólo con leer las cifras de desniveles, altitudes y pendientes. Estos son algunos ejemplos:
Alpe d´Huez (Francia)
Se dice que quien llega a este puerto con el maillot amarillo, lo conquistará también en París. 1840 metros de altitud, 14 kilómetros y una pendiente media del 11% son las cifras que pone sobre el mapa este puerto alpino, que fue conquistado por primera vez en el año 1952 por el ciclista Fausto Coppi.
Galibier (Francia).
El puerto alpino Col du Galibier
Con sus 1645 metros, está considerado uno de los grandes colosos de montaña. Los 1936 metros de desnivel, una pendiente media del 5% y una longitud de 40 kilómetros se suman a los efectos de la altitud, haciendo que esta etapa del Tour de Francia sea especialmente dura. El primer ciclista en conquistarlo fue E. Georget en el año 1911.
Tourmalet (Francia).
Es uno de los puertos míticos en el Tour de Francia. Situado en los Pirineos posee una altitud de 2115 metros y fue conquistado por primera vez en el año 19 10 por Lapice. Este puerto de montaña tiene dos caras muy diferentes. Una, la más corta, por Saint Sauver con una longitud de 19 kilómetros y una pendiente media de 7,4%. Otra, la de La Mongie, con una longitud de 23 kilómetros, y una pendiente media del 6,4%.
El Angliru, la montaña más dura del mundo
El Angliru, está ubicado en la región de Vega de la Riosa, principado de Asturias, norte de España, y se ha constituido en la montaña más determinante en La Vuelta a este país.
Si para los católicos existe Roma; para los peregrinos, Santiago de Compostela; para los futboleros, las más diversas catedrales del fútbol (Maracaná, Wembley o el Bernabéu), existe para los cicloturistas (o ciclistas) españoles, un lugar de culto al que, al menos una vez en la vida, han de subir, un puerto mítico a la misma altura que los Tourmalet, Mortirolo, Gavia o Mont Ventoux. Se llama Angliru y está en el mismísimo corazón de Asturias, en el concejo de Riosa.
Su aureola contribuyó al nacimiento de un nuevo tipo de ciclismo, de carretera al menos: el de las subidas extremas, el de aquellas que sobrepasan el 20% de inclinación. . El Angliru cambió incluso las bicicletas, puesto que los desarrollos anteriores a su aparición no eran suficientes para ascenderlo. Por montañas como esta apareció el triple plato en la bici de carretera, surgió el plato de 34 dientes , aparecieron las coronas que antes parecían reservadas exclusivamente para las bicicletas de montaña,
El público la pide, porque quiere emoción; los ciclistas la rechazan, porque no quieren más sufrimiento. Este premio de montaña, fuera de categoría, se subió por primera vez en La Vuelta de 1999, y fue ganado por José María Jiménez (q.e.p.d). |
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Bogotá diciembre 15 de 2014
Porqué monto en Bicicleta.

Monto en bicicleta porque no hay nada como despertar con un objetivo, con un reto. Porque mi cuerpo me lo pide, porque se resiente y me reprocha cuando no lo hago. Monto en bicicleta porque si no lo hago me arrepiento. Porque mis piernas lo necesitan, porque mi mente me lo pide, porque subiendo una montaña, mis piernas son mi cerebro, me alientan para que no desfallezca.
Monto en bicicleta, porque así puedo dejar atrás todos los problemas, las preocupaciones, las deudas, los odios la frustración y todas esas sensaciones negativas que me consumen, que me hacen daño, así sea por un momento. Porque sé que en bicicleta puedo llegar más lejos, a donde otros no han llegado. Lo hago porque nunca alcanzo la meta, porque siempre que la cruzo se aleja miles de metros más y nunca logro llegar realmente a ella. Porque si una curva me lleva a una cumbre, la siguiente me llevará a otra más elevada pero sé que una de ellas siempre me conducirá a un descenso, al descanso. Monto en bicicleta porque cuando desciendo o deshago el camino recorrido me siento un súper héroe.
Monto en bicicleta porque los kilómetros que recorro o deje de recorrer son mi ganancia o mi pérdida y no la de otros.
Monto en bicicleta porque luego de una larga salida siento algo de dolor en los músculos y eso me recuerda cómo es el mundo en realidad, el mundo a veces duele. Porque el mundo se hizo para recorrerlo, porque no soporto quedarme quieto, como los muertos, porque cuando voy en bicicleta siento que estoy vivo, siento que no moriré, porque así el tiempo pasa rápido y se esfuma, si voy despacio, si camino se me hace eterno.
Monto en bicicleta porque sobre ella siento que soy más veloz que el viento, que los árboles y el paisaje y aunque se multipliquen siempre los dejo atrás.
Monto en bicicleta porque me motivan todos los que son más rápidos, más veloces, más capaces y yo quiero superarlos. Porque no consigo llegar al nivel que espero. Porque tengo un sueño al que me acerco cada vez que mis piernas se ponen en movimiento y porque todo, es indescriptiblemente bello a la velocidad de una bicicleta.
Monto en bicicleta porque el mundo mismo se mueve, porque nacimos para movernos. Porque la bicicleta me da libertad y me recuerda que bastaría que cada ser humano tuviera una para poder alcanzar la libertad. Porque quiero escapar de la guerra, de la violencia, de la política y de los políticos, mejor dicho de la corrupción, de lo superficial, de lo que es supuestamente relevante, de esta realidad cruel que es una mentira irreal.
Monto en bicicleta porque acompañado de mis colegas ciclistas puedo estar solo y porque con ellos puedo montar acompañado. Monto en bicicleta porque ya logré coronar esa montaña y sé que la próxima vez voy a mejorar mí tiempo.
Monto en bicicleta porque finalmente no importan las razones, Monto en bicicleta porque se me da la gana, porque lo único que necesito es mi bicicleta, mis piernas. Porque cada gota de sudor me representa un triunfo; cada curva una victoria, porque qué otra cosa puedo hacer, porque no hay otra cosa que quiera hacer.
Seguiré montando en bicicleta hasta el último día, hasta el último aliento hasta el suspiro final y después continuaré en el más allá, o acá cuando reencarne pues aún me faltará mucho mundo por recorrer en mis ruedas.
En resumen monto en bicicleta para ser feliz, o mejor dicho monto en bicicleta porque soy feliz
Omarquez
Bogotá, febrero 17 de 2013
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